El Maule fue durante varios años el lugar de descanso del
Padre Polain. Espacio de reflexión. De escritura formadora. De sueños. Lugar de
pesca de sus adoradas truchas.
Son pocos los alumnos,
en veinticinco años, que tuvieron la oportunidad
de compartir ese, su espacio personal. Por lo tanto, acudir a él no solo era un
privilegio, sino también una ocasión. La oportunidad de vivir en naturaleza y
conocer su inmensa humanidad.
Vivíamos del sol y de ese viento que arrastraba un intenso
aroma de pino insigne, boldo y quillay. Del ruido lejano del torrentoso caudal
maulino y el suave bajar del Estero Teatinos junto a la cabaña. De la caza de
liebres enormes. De la pesca de truchas fario y saltadoras arco iris. Del juego
de la chiflota nocturna. De un cielo claro de luna donde colgaban las estrellas
y planetas. De la buena lectura. De una conversación enriquecedora y amena. De
la luz de una lámpara mientras escribía
junto a su puro Tiparillo -Educar para la Libertad-.
Todo en aquel tiempo, en el refugio del Maule, tenía símbolos que por largos años marcaron la pauta con señales muy exclusivas. El Padre Polain, con esa característica de soñador y trovador que lo distinguía, se encargó ritualmente, de acuerdo a la tradición, colocar la cualidad o "tótem" a los lugares del rincón maulino.
Primero, el acampar junto al río, del cual no fui testigo, en la década del 50. Luego, otros compartieron una cabaña en medio del bosque, en los sesenta.
En los años 70 tuve la posibilidad de vivir la experiencia de esa casa encantada. De ella solo quedan algunas fotos propias y principalmente las de mi hermano Laureano. Únicas gráficas cómplices de esos momentos y de aquellos tiempos. El escaso material visual que existe son precisamente aquellas imágenes, en blanco y negro, capturadas por mi familia.
Sin embargo, quise extraer, transcribir y relatar aquellas anécdotas y códigos reservados para unos pocos. Cada rincón compartido tenía el sabor mágico que logró construir durante innúmeras temporadas estivales, en el fundo La Esperanza, el Padre Roberto Polain.